Vivimos en un mundo en dónde los estándares de belleza parecen cada vez más inalcanzables, en dónde no importa cuanto matcha, açai bowls o avocado toast comas nunca estarás consumiendo lo suficiente, en dónde nos invaden los cuerpos Kardashian y los besos se dan con ácido hialurónico. Un mundo en dónde se baila a obscuras sobre una bicicleta y las calles se llenan de deportivas XXL. En tiempos dónde te venden cualquier rostro gracias al “contouring” y en dónde uno puede definirse a sí mismo como “influencer”.