Recuerdo el día que le pedí a mi madre que me comprara mis primeros vaqueros, tenía 13 años y volvía del cumpleaños de un compañero del colegio.

Ese día llevaba un vestido azul hasta las rodillas, con una crinolina que le daba un vuelo espectacular. Además, los grandes lazos laterales en raso blanco y el fruncido en el pecho, le daban un toque especial. Iba cual princesa de cuento, adoraba ese vestido.