Cuando terminé el año pasado la carrera estaba más perdida que Alicia en el laberinto de las maravillas. Había estudiado algo que no me llenaba y sentía que me faltaba otro algo que todavía no había sido capaz de encontrar: vocación. He escogido la palabra vocación aunque cabe perfectamente otra que suele acompañarla de la mano: ilusión. Me sentía como Neo en Matrix y sin conejo blanco al que seguir.