Tendencias que recuperamos del pasado

A ojos de muchos no es sino algo frívolo y superficial, un simple y elaborado edulcorante para la vida despojado de toda relevancia y aportación trascendental. Sin embargo, la moda no ha sido sino, para ojos de quienes saben mirar bien, un escaparate de la sociedad. 

Desde el momento en que la humanidad usó prendas para vestirse, las usó también para diferenciarse, pero lo que no sabían es que también las usaban para marcar momentos históricos.

La cultura, la política, las creencias religiosas y la situación económica de una sociedad no pueden sino atisbarse en cada prenda, dejando clara su influencia en lo que ponemos no sólo en nuestras mentes, sino sobre nuestros cuerpos. Cada desfile de moda es una lección encubierta de todas ellas; y es que, es la situación económica de un país la que define más que otros factores las tendencias sobre las pasarelas, hasta el punto de que, si sabes verlo, basta con mirar un escaparate para saber lo que está pasando en el mundo.

Economía a la baja, tacones al alza.

La funcionalidad y la forma del calzado ha cambiado y evolucionado mucho a lo largo de la historia, influenciado por nuevos estilos y tendencias relegadas al terreno de la moda, pero hay una tendencia en nuestros zapatos crucial que parece pasar más desapercibida: la fluctuación en su altura y su correlación con la economía.

Expertos tanto en economía como en moda han atisbado en estas dos variables una relación significativa que sigue un patrón establecido: la altura de los tacones tiende a aumentar justo tras una desaceleración en la economía. Podría atribuirse al ciclo de tendencias, por el que, teniendo en cuenta que ahora, en 2024, nuestra ropa está influenciada por décadas anteriores y tendría lógica asumir que los zapatos también. Pero una cosa está clara, la búsqueda de lo flamante y la crisis financiera, han ido mano a mano durante toda la historia de la humanidad. Esto, unido a una mirada retrospectiva a décadas de investigación en la moda del calzado no hace sino revelar que los tacones subieron a sus mayores alturas durante las peores recesiones económicas. ¿El motivo? La fantasía del escapismo.

“Por lo general, en una recesión económica, los tacones se suben y se mantienen a medida que los consumidores recurren a modas más extravagantes como un medio de fantasía y escape”, dice el Dr. Trevor Davis, experto en productos de consumo de IBM Global Services.

Fuente: Pinterest

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Volvamos la vista atrás, hacia los locos años 20. Veríamos que, tras la Primera Guerra Mundial, tanto la sociedad, como la moda, se adentraron de lleno en la prosperidad, la indulgencia y la relajación, dando lugar a un calzado más cómodo. El zapato de la década sería el salón con una o varias tiras en formato Mary Jane’s, siempre conservando la comodidad y versatilidad y, para ello, casi nunca superando una altura de cinco centímetros. Pero cuando llegó la Gran Depresión en octubre de 1929, la caída bursátil afectó a la economía mundial y la tendencia en la moda de la primera mitad de década experimentó un período de austeridad. A excepción de los zapatos. 

El calzado femenino seguiría adelante evolucionando y añadiendo ornamentación y altura a sus tacones, ahora situados en los siete u ocho centímetros. Sin olvidar que fue aquí, en 1938, cuando se inventó el zapato de plataforma tal y como lo conocemos en la cultura occidental de la mano de Salvatore Ferragamo. La gran pantalla, las actrices del Hollywood clásico y la publicidad, impulsaron la moda femenina de la segunda mitad de 1930 hacia el romance, la feminidad, la sensualidad y el glamour. Para 1930, los zapatos planos, estaban completamente fuera y todos los zapatos, incluso los de deporte, comenzaron a incorporar algún tipo de tacón. La altura y decoración de los zapatos entonces ha sido atribuída por muchos entendidos a un grupo de mujeres que buscaban distraerse de la horrible situación aparentando ser lujosas y glamurosas en las pequeñas cosas que se podía. Aquí aparece un concepto interesante que se repetiría hasta el día de hoy: el escapismo a través de la moda. Pero no vayamos tan rápido, volvamos atrás en el tiempo, concretamente a los 60’s.

Los felices años sesenta, la década del pop, la cultura hippie y la psicodelia. Felicidad y paz tras la traumática Segunda Guerra Mundial y una vez más: zapatos bajos. El calzado plano, cuando no con un pequeño tacón cuadrado, era el go-to de la década. Pero cuando llegó 1970 y el deseo juvenil de alejarse del pasado unido a las revueltas climáticas, raciales, feministas y antibélicas llegaría una nueva moda. No olvidemos la latente Guerra de Vietnam y las dos grandes crisis del petróleo durante esta década que resultaron en una recesión económica global. Como una especie de forma de reavivar la situación de la década, la moda nos dejaría algunos de los mejores y más creativos estilos experimentales que nos brindarían las evoluciones más marcadas y destacadas en el terreno del calzado. Los zapatos, sandalias, botas, tacones, plataformas y hasta el calzado masculino subieron más alto que nunca. 

Habría que esperar a los avances y la recuperación económica de los 80’s y 90’s para volver a ver como los tacones tomaban un paso atrás, o más bien, abajo. La moda casual influenciada por el deporte en los ochenta y el grunge de los noventa trajo deportivas, botas militares y loafers; todos ellos zapatos planos. No sería hasta finales de década, en las puertas de los 2.000 que se vería el retorno de las plataformas en acción de la mano de artistas musicales o diseñadores como Vivienne Westwood, lanzando plataformas ‘ridículamente’ altas en sus colecciones. Pero ¿Qué estaba ocurriendo entonces? 

Quizá te suene el término “burbuja de las punto-com”, pues pese a sus augurios de crecimiento económico y una ‘nueva economía’, el tiempo traería su devaluación y muchas de estas empresas quebraron o dejaron de operar. Empezaba la recesión económica de principios de los dos mil y, como ya hemos visto antes, los zapatos de las mujeres, siguieron el camino contrario y continuaron su florecimiento y su inevitable ascenso. Con las jóvenes mostrando devoción por las plataformas, las mujeres adultas ven como los stilettos aparecen en escena y se convierten en objeto de deseo. Seguro que os suenan los Manolos de Carrie Bradshaw o los enormemente mediáticos Lita de Jeffrey Campbell. No es casualidad que estos hicieran su aparición en escena durante otra gran crisis económica, la de 2008. 

Fuente: Pinterest. Alien shoes Alexander McQueen, 2010.

Con la paulatina recuperación llegarían tacones más delicados, bajos y cómodos. Pero hoy, la historia se repite; y tras una pandemia mundial a causa de la Covid-19 (con sus nefastas consecuencias en la economía mundial) y la emergente tensión bélica mundial, asistimos al lento pero seguro resurgimiento de las plataformas, tanto de la mano de diseñadores de prestigio como Moschino, Versace o Valentino, como de marcas afamadas gracias a esta misma tendencia, como Naked Wolfe o Nodaleto. La altura y la excentricidad llevadas al exceso tras un confinamiento en el que el confort tomó el lugar del estilo y el estilo comenzó a reclamar su lugar en nuestras fantasías, dejando claro que el deseo de extravagancia a la hora de vestir, hoy y hace noventa años, no es capricho vacío. Una cosa está clara, cuando la economía baja, los tacones suben.

Si el mercado sube, las faldas también.

Al menos según The Hemline Index, o lo que vendría a traducirse al español como “El índice del dobladillo”. Una teoría macroeconómica que apunta al largo de la falda de las mujeres como un pronosticador de las acciones y su valor en el mercado. Según esta teoría, a más corta la falda, mejor está la economía, mientras que una falda más larga es un indicador de un momento de crisis.

Fuente: Pinterest

El New Look de Dior, caracterizado por una silueta ceñida y largas faldas nacería durante la Segunda Guerra Mundial

La historia lo ha ratificado. Los centímetros de dobladillo de la falda suben junto con los precios de las acciones. Eso explicaría por qué en épocas de recuperación y prosperidad económica, como las décadas de 1920 y 1960, viéramos subir (y popularizarse) los largos de las faldas hasta dejar ver los tobillos y las rodillas respectivamente. Alturas hasta entonces no propasadas. En contraposición, durante eventos de desaceleración y crisis como el Crash de Wall Street de 1929 o la Segunda Guerra Mundial, la altura de las faldas descendía casi de la noche a la mañana.

Fuente:Pinterest

Los 60’s vieron nacer a la minifalda como una prenda revolucionariamente corta en un momento revolucionariamente alegre

¿Conclusión? Buenas economías darán lugar a más minifaldas. ¿Explicación? El mejor estado de ánimo y de nuestras carteras. Sí, llevar una falda corta es más caro que llevarla larga. El hecho de mostrar las piernas para una mujer suele conllevar una inversión en productos para que estas luzcan como se espera o desea, así como en mejores zapatos, cosas que una falda larga oculta. Parece que tener más dinero y ser más feliz influye no sólo en las prendas que llevamos, sino en las tendencias que las fundamentan.

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¿Casualidad o constante?

La altura de nuestros tacones y faldas son el nuevo indicador económico o eso es lo que dicen los expertos. Son solo conjeturas, pero la historia de la moda ha hablado, dejando claro que la influencia de los factores socioeconómicos en la moda lejos de ser una casualidad es una constante.