Cuando era una niña, soñaba con ser bailarina de ballet clásico ¡Qué hay más bonito que deslizarse y mover el aire con esa elegancia! Es la belleza del movimiento. Lo intenté y luché hasta los 18 años, cuando me di cuenta de que, a pesar de mi amor por esta disciplina, quería descubrir mundo y conocer más bellezas. Pero la llevaré en mi corazón y siempre hay algo en mí que me hace recordarla: la forma de caminar, la fortaleza y delicadeza al mismo tiempo, la base para cualquier otro tipo de baile, la referencia de su exquisito vestuario…