Pertenezco a la llamada generación perdida. No la jasp, ni la millenial. La generación perdida. La que vivimos una infancia, adolescencia y mayoría de edad llena de cambios, novedades y sobre todo, contrastes. Desde cintas cassette que rebobinabas con bolis bic, tres canales de televisión, columpios de hierro… Hasta la llegada del tan temido efecto 2000 con sus móviles, mp3 o Internet.
Comprábamos la ropa dos veces al año, que era cuando tocaba renovar las prendas que necesitábamos para la temporada siguiente, y las marcas ya formaban parte de nuestro fondo de armario. Levi´s, Lacoste, Benetton, Converse, etc. prendas infinitas que fácilmente heredaban tus hermanos, tus primos o tus vecinos.