Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas, y que las segundas ediciones nunca pueden superar a la primeras (ya no hablemos de las terceras o las cuartas). Hay quien dice son una completa pérdida de tiempo y que no vale la pena ni siquiera detenerse a contemplarlas. Yo, incrédula de nacimiento y firme defensora de este precepto, me he encontrado estas últimas temporadas ante una revelación. El culpable, Denma Gvasalia y su extraordinaria rehabilitación del casi extinguido savoir faire de la casa Balenciaga.