Ese momento en el que tu madre te lleva por primera vez a comprar un sujetador supondrá la llegada inminente de una pubertad que, sin prevui aviso, modificará tu cuerpo de por vida. El mío fue un modelo blanco, preformado y con aro. Sin armar. Una bolsita de plástico, unida al sujetador con un lazo que guardaba dos tirantes más, uno naranja y otro de silicona.